GRUPO: AZULCELESTE
El pensamiento lógico es considerado como la primera estructura mental equilibrada y reversible. Es una secuencia de acciones mentales a las que se llama “operaciones lógicas”.
En este estudio es importante reconocer que a medida que el niño va teniendo experiencias concretas y vaya manipulando su medio ambiente, presentará un comportamiento pre-lógico. Piaget nos dice que "el niño utilizará la lógica por el mecanismo de la intuición, simple interiorización de las percepciones y los movimientos en forma de imágenes representativas"
A partir de los siete u ocho años de edad, el niño dejará de actuar impulsivamente ante los nuevos acontecimientos, y de creer indiscriminadamente todo relato, suplirá esta conducta por un acto de reflexión.
El niño no aguardará satisfecho ante las respuestas recibidas contra cualquier pregunta que haga, es en este momento cuando el niño se detendrá a pensar antes de realizar cualquier acción. El niño realizará un diálogo interno consigo mismo, es precisamente lo que Piaget llama "reflexión".
Este pensamiento se caracteriza por ser dinámico, el niño no viene al mundo con un "pensamiento lógico acabado"; esto parece ser una evidencia ampliamente aceptada por todos.
Las diferencias con el pensamiento adulto no son sólo cuantitativas; es decir, no es que el niño sepa menos cosas del mundo, sino que además hay diferencias cualitativas, las estructuras mentales con las que se enfrenta al conocimiento del mundo son diferentes; éstas van evolucionando de modo progresivo hacia la lógica formal que tiene el adulto.
Los momentos más críticos en los que se produce este desarrollo del pensamiento lógico coinciden con los períodos educativos preescolares y escolares; por ello la escuela no puede permanecer indiferente a estos procesos.
El niño preescolar normal ya ha superado el estadio sensoriomotor, que abarcó aproximadamente los dos primeros años de su vida y en el que desarrollo una serie de esquemas motores que le permitieron el reconocimiento físico de los objetos. Desde el final de esta etapa hasta el comienzo de la escolaridad obligatoria, pasa por una fase dominada por su capacidad simbólica; la aparición del lenguaje, de la imitación y del juego simbólico le permite utilizar, operar con representaciones mentales de los objetos que no están presentes ni espacial ni temporalmente.
Si analizamos el tipo de pensamiento infantil y lo comparamos con el pensamiento adulto, observamos una serie de diferencias en los siguientes pasos:
ü El egocentrismo intelectual infantil, que se caracteriza por la incapacidad de situarse o de percibir un objeto desde una perspectiva diferente a la suya. Si, por ejemplo, mostramos a un niño de esta etapa una casa de juguete, le permitimos que la examine desde todos los lados, después le sentamos frente a otro niño, colocamos la casa en medio y le preguntamos acerca de lo que su compañero que está enfrente está viendo, nos contestará con lo que él está observando desde su posición, a pesar de que conoce la casa y supuestamente debería saber lo que hay en otro lado. se observa también este egocentrismo en su relación social; así, en los juegos con otros niños es frecuente que no se den verdaderos diálogos entre ellos, sino monólogos simultáneos.
El niño no siente la necesidad de justificar sus respuestas lógicamente, pero cuando interacciona con otros niños se ve obligado a ir sustituyendo sus argumentos subjetivos por otros más objetivos, lo que le va ayudando a salir de su egocentrismo inicial. en el ejemplo anterior, el niño que está enfrente no estará de acuerdo con lo que asegura el primer niño que está viendo la casa de juguete; esta protesta obligará a éste a ir modificando su punto de vista.
ü El pensamiento infantil es irreversible, es decir, le falta la movilidad que implica el poder volver al punto de partida en un proceso de transformaciones. El pensamiento reversible es móvil y flexible; el pensamiento infantil, por el contrario, es lento y está dominado por las percepciones de los estados o configuraciones de las cosas. Un objeto puede sufrir una serie de transformaciones y el niño sólo percibe el punto de partida y el punto final, pero no puede representarse mentalmente las distintas posiciones por las que ha pasado ese objeto, lo que le impide volver a efectuar el proceso mental en sentido contrario, hasta llegar de nuevo a la situación inicial.
ü El pensamiento del niño es además realista y concreto, las representaciones que hace son sobre objetos concretos, no sobre ideas abstractas, y cuando éstas aparecen, tienden a concretarlas; por ejemplo, la palabra justicia puede significar que si a su hermano le compran un juguete, a él le tienen que comprar otro.
Las diferencias entre la realidad y la fantasía no son nítidas, pueden dar carácter de realidad a sus imaginaciones. La frontera entre una y otra no está perfectamente definida para él.
ü Tiene, además, un pensamiento animista que consiste en atribuir a objetos inanimados cualidades humanas como las que él posee; así, su oso de peluche puede tener hambre o estar enfadado.
Todas esas características producen en el niño una gran dificultad para considerar a la vez varios aspectos de una misma realidad. Se centra en un solo aspecto, y ello le provoca una distorsión en la percepción del objeto. Esto lo vemos cuando trabaja, por ejemplo, con los bloques lógicos: comienza agrupándolos en torno a un solo criterio (bien sea el color, la forma o el tamaño), para pasar paulatinamente a considerar varios aspectos a la vez.
ü Por último, el razonamiento es transductivo, a diferencia del adulto, que o bien es inductivo o deductivo. Este tipo de razonamiento consiste en pasar de un hecho particular; es decir, de cualquier hecho puede concluir cualquier otro que se le imponga perceptivamente, pero sin que haya relación lógica. Una consecuencia de este tipo de razonamiento es que utiliza la mera yuxtaposición como conexión causal o lógica, es decir, atribuirá relaciones causales a fenómenos que a parecen yuxtapuestos, próximos, en el espacio o en el tiempo.
ü El pensamiento infantil de esta etapa puede ser caracterizado, en resumen, como sincrético, debido a que el niño no siente la necesidad de justificarse lógicamente, si se le pregunta de forma insistente sobre las causas de cualquier fenómeno, puede dar cualquier explicación y decir que una cosa es la causa de la otra por el simple hecho de que exista entre ellas una continuidad espacial. Se observa también una gran dificultad en el niño para llegar al concepto de azar y probabilidad. Todas estas características que definen el pensamiento infantil le configuran como diferente del pensamiento adulto y socializado, con necesidad de razonamiento lógico; es lo que Piaget llamaba pensamiento preoperacional.
Estas características generales son dinámicas y su presencia, aunque se da en todos los niños, varía en el grado a una determinada edad, cada uno seguirá un ritmo de desarrollo distinto, que estará en función tanto de sus necesidades individuales como del medio educativo en el que se desenvuelve.
Cuando el niño se enfrenta al conocimiento del mundo, lo hace con estos condicionantes cognitivos. El educador debe tenerlos en cuenta para conseguir un mejor desarrollo. No obstante, el niño aprende en la escuela y "a pesar de la escuela", está continuamente aprendiendo no solo aquello que le enseñamos y de forma intencional pretende aprender, también se da un aprendizaje intencional, aquél que se realiza sin intencionalidad, como consecuencia de la interacción espontánea de las cosas, gran parte de los conocimientos lógicos los adquiere de esta forma; el niño agrupa, hace seriaciones, ordena, sin que nadie le haya dado una clase sobre seriaciones.
La existencia de este fenómeno no implica que la enseñanza de las matemáticas no tenga razón de ser y que no sea responsable de la educación el contribuir al desarrollo del pensamiento lógico. Si bien niños que no han estado escolarizados han alcanzado el pensamiento formal, pudiendo usarlo en algunas ocasiones, estudios transculturales han comprobado que la escolarización incide positivamente en el desarrollo lógico, en el paso del pensamiento concreto al pensamiento abstracto en el niño.